Los sustitutos Ambientada en un mundo futurista donde los humanos viven aislados en interacción con robots, un policía (Willis) se verá forzado a abandonar su hogar por primera vez en años para una investigación. Todo comienza cuando dos agentes del FBI (Willis y Radha Mitchell) son asignados para investigar el misterioso asesinato de un estudiante universitario relacionado con el hombre que participó en la creación del fenómeno high-tech de los sustitutos, que permiten a la gente comprar versiones perfectas de sí mismos -en buena forma, guapos, y controlados por control remoto-. Estas máquinas perfectas acaban asumiendo sus roles vitales, de modo que la gente puede experimentar la vida a través de otro cómodamente sentados en el sofá de su casa. El asesinato pone de manifiesto una cuestión: en un mundo de máscaras ¿quién es real y en quién se puede confiar?

Los sustitutos

Jonathan Mostow, director de películas tan dispares como ‘Breakdown’,’U-571′ o ‘Terminator 3: La rebelión de las máquinas’, acometió la adaptación de la novela gráfica de Robert Venditti en ‘Los sustitutos’, película de ciencia ficción con pretensiones serias, esto es: ciencia ficción con contenido de algún tipo, no un simple entretenimiento o un vacuo despliegue de efectos especiales. Y Mostow lo consigue hasta cierto punto: ‘Los sustitutos’ plantea serias e interesantes cuestiones desde una perspectiva sociopolítica, pero queda varada según avanza en una narración que no llega en cerrar en ningún momento todo lo planteado. Como thriller la película resulta efectiva y entretenida, pero ‘Los sustitutos’ no llega nunca a arrancar del todo, como si en la sala de montaje se hubieran quedado fuera secuencias esenciales para dar a la película de Mostow la forma necesaria para ser una película redonda. Se intuye que podría haberlo sido bajo una sucesión de secuencias e imágenes francamente impactantes y una atmósfera muy conseguida. ‘Los sustitutos’ puede dejar al espectador decepcionado pero no resulta irritante. A pesar de su imperfección la seriedad de su planteamiento convierte la película de Mostow en una rara avis que, lástima, no llega a redondearse.